Primera Tertulia en
El Mirador de las Eternidades
Los Protagonistas
Friedrich Wilhelm Nietzsche (1844-1900): Filósofo alemán, autor de “Así habló Zaratustra”, “Más allá del bien y del mal”, y “La genealogía de la moral”. Crítico radical de la moral cristiana y profeta del superhombre.
Lou Andreas-Salomé (1861-1937): Escritora, psicoanalista y pensadora rusa. Musa y compañera intelectual de Nietzsche, Rilke y Freud. Pionera en psicoanálisis y literatura.
Preparativos para la Tertulia
La tarde cae suavemente sobre El Mirador. El maestro cafetero ha preparado un café vienés para Nietzsche, recordando sus años de juventud en la universidad, y un té ruso perfumado con bergamota para Lou, evocando su San Petersburgo natal. Se sientan en el gran salón, frente a la chimenea, con la vista del mediterráneo transformándose en oro bajo el sol poniente.
El Diálogo
NIETZSCHE: (ajustándose los lentes, con una sonrisa irónica) Ah, Lou… después de todos estos años, aquí estamos. En un lugar que existe fuera del tiempo, donde finalmente podemos hablar sin las pasiones destructivas de la juventud.
LOU: (con serenidad, removiendo su té) Fritz, siempre fuiste dado a los grandes gestos y las frases dramáticas. Pero tienes razón, el tiempo nos ha dado perspectiva. Aunque me pregunto si realmente has superado esas “pasiones destructivas” que mencionas.
NIETZSCHE: (riendo amargamente) Touché. Pero dime, ¿no crees que mis “pasiones” eran más honestas que la fría disección que haces de los sentimientos humanos? Tu psicoanálisis reduce todo a impulsos primarios.
LOU: No reduzco, Fritz. Busco comprender. Cuando escribiste sobre las mujeres, ¿no estabas proyectando tus propias heridas? “Vas con mujeres, no olvides el látigo”… ¿De verdad crees que eso vino de un lugar de sabiduría filosófica?
NIETZSCHE: (poniéndose tenso) Esa frase no era mía, era de la anciana que encontró Zaratustra. Pero dejemos de lado las citas mal interpretadas. Hablemos de algo más interesante: ¿por qué una mujer tan brillante como tú eligió refugiarse en los salones de Viena en lugar de crear algo verdaderamente revolucionario?
LOU: (con una sonrisa peligrosa) ¿Refugiarme? Querido Fritz, mientras tú escribías en la soledad de tus montañas sobre el superhombre, yo estaba en esos salones estudiando la mente humana real. Trabajé con Freud, analicé la psique, escribí sobre la sexualidad femenina. ¿Eso no es revolucionario?
NIETZSCHE: Freud… ese judío que reduce todo a sexo. (pausa, se da cuenta de la rudeza de su comentario) Perdona, Lou. Los viejos prejuicios de mi época. Pero dime, ¿no crees que su psicoanálisis es solo otra forma de cristianismo? ¿Otra manera de hacer que el hombre se sienta culpable por sus impulsos naturales?
LOU: Al contrario, Fritz. Freud libera al hombre de la culpa al explicar sus impulsos. Tú proclamabas “Dios ha muerto”, pero ¿qué pusiste en su lugar? Un superhombre inalcanzable. Nosotros ofrecemos algo más humano: la comprensión de uno mismo.
NIETZSCHE: (levantándose, caminando hacia la ventana) ¿Humano? ¡Demasiado humano! Ahí está el problema, Lou. Tú y Freud se conforman con explicar la mediocridad. Yo quería elevar al hombre más allá de sí mismo.
LOU: (siguiéndolo con la mirada) Y en ese proceso, Fritz, ¿no te alejaste tanto de la humanidad real que perdiste la capacidad de amar? Recuerdo a aquel joven profesor que me propuso matrimonio. Había pasión real en él, vulnerabilidad. ¿Qué pasó con ese hombre?
NIETZSCHE: (sin voltear) Ese hombre era débil. Necesitaba ser destruido para que naciera el filósofo.
LOU: (con suavidad) ¿O quizás ese hombre era lo más valioso que tenías? ¿Sabes qué descubrí en mis análisis? Que los hombres que desprecian a las mujeres a menudo lo hacen porque no pueden soportar su propia necesidad de amor.
NIETZSCHE: (volteando bruscamente) ¿Estás psicoanalizándome, Lou? ¿Después de todos estos años?
LOU: No, Fritz. Te estoy recordando quién eras antes de que te conviertieras en tu propio personaje. Cuando escribías sobre Elisabeth… tu hermana. Ahí sí había amor real, ¿no es cierto?
NIETZSCHE: (sentándose pesadamente) Elisabeth… (pausa larga) Ella me comprendía. Era la única que no me juzgaba por mis ideas radicales.
LOU: ¿O era la única que no te desafiaba intelectualmente? Fritz, ¿no crees que tu “amor” por Elisabeth era más seguro que el riesgo de amar a una mujer que fuera tu igual?
NIETZSCHE: (con voz más baja) Quizás… quizás tengas razón. Pero tú también tenías miedo, Lou. Miedo de entregarte completamente a cualquier hombre. Por eso coleccionabas genios como otros coleccionan mariposas.
LOU: (riendo) ¡Qué imagen tan cruel! Pero no del todo incorrecta. Es cierto, me fascinaban las mentes brillantes. Pero también aprendí que el amor y la admiración intelectual no siempre van juntos.
NIETZSCHE: ¿Y qué aprendiste de mí, Lou? ¿Qué quedó de nuestro… encuentro?
LOU: Aprendí que un hombre puede ser un genio y un niño al mismo tiempo. Que la profundidad filosófica no garantiza la madurez emocional. Pero también aprendí que hay una belleza trágica en quienes se consumen por sus propias visiones.
NIETZSCHE: (con una sonrisa triste) ¿Y yo? ¿Qué aprendí de ti?
LOU: Dímelo tú.
NIETZSCHE: (pausa larga) Aprendí que una mujer puede ser tan inteligente como cualquier hombre, y que eso me aterrorizaba más de lo que me enorgullecía. Aprendí que mi superhombre era, en parte, una compensación por mi incapacidad de ser simplemente… humano.
LOU: (levantándose, caminando hacia él) Fritz, ¿sabes qué es lo más triste de todo esto?
NIETZSCHE: ¿Qué?
LOU: Que si nos hubiéramos conocido en este momento de nuestras vidas, con esta perspectiva, quizás habríamos podido ser amigos de verdad. Sin los juegos de poder, sin las heridas del ego.
NIETZSCHE: (tomando su mano por un momento) Quizás, Lou. Quizás…
Epílogo
Mientras el sol se oculta completamente y las primeras estrellas aparecen sobre el Mediterráneo, los dos grandes espíritus continúan su conversación. El fuego crepita en la chimenea, el aroma del café vienés se mezcla con el bergamota del té ruso, y en El Mirador de las Eternidades, dos almas brillantes y complejas encuentran, por fin, la paz que nunca tuvieron en vida.
El maestro cafetero, discretamente, rellena las tazas. La noche será larga, y la conversación, eterna.
Cuentos Literarios A R
• “Una colección de cuentos con realismo mágico, poesía y conciencia”
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