Segunda Tertulia en
El Mirador de las Eternidades
Los Protagonistas
Marilyn Monroe (1926-1962): Norma Jeane Baker, actriz y símbolo sexual de Hollywood. Inteligencia extraordinaria oculta tras el personaje de “rubia tonta”. CI estimado entre 163-168.
Albert Einstein (1879-1955): Físico teórico alemán, desarrollador de la teoría de la relatividad. Premio Nobel de Física 1921. CI estimado alrededor de 160.
En la mesa contigua…
Mientras Nietzsche y Lou continúan su diálogo, en una mesa cercana del gran salón, junto a los ventanales que enmarcan el mar nocturno, se desarrolla otra conversación extraordinaria. El aroma de un cappuccino italiano se mezcla con el de un té de jazmín chino, mientras dos de los íconos más reconocibles del siglo XX se descubren mutuamente.
El Diálogo
EINSTEIN: (ajustando su pipa, mirando con curiosidad) Señorita Monroe, debo confesarle que me siento algo incómodo. En mi época, y me temo que aún hoy en 2025, muchos pensarían que esta conversación es… ¿cómo decirlo… improbable.
MARILYN: (sonriendo con ironía) ¿Se refiere a que la “rubia tonta” no debería sentarse con el genio más grande del siglo? Profesor Einstein, créame que he vivido toda mi vida siendo subestimada. La pregunta es: ¿usted también lo hará?
EINSTEIN: (sorprendido por la directa respuesta) Touché, señorita. He leído sobre usted… después. Sobre su verdadera inteligencia, su amor por la literatura. Me avergüenza admitir que yo también fui víctima de los estereotipos de mi tiempo.
MARILYN: (sorbiendo su té) ¿Sabe qué es lo irónico, Albert? Puedo llamarlo Albert, ¿verdad? Que ambos fuimos víctimas del mismo problema: la imagen pública que eclipsó a la persona real. Usted quedó como el “científico loco” de pelo despeinado, yo como la “rubia sexy sin cerebro”.
EINSTEIN: Interesante paralelo. Aunque debo decir que mi imagen al menos me permitía ser tomado en serio intelectualmente. La suya debe haber sido… más limitante.
MARILYN: (con una risa amarga) “Limitante” es quedarse corto. ¿Sabe que leía a Dostoyevski en mi camerino? ¿Que estudiaba en el Actors Studio con Lee Strasberg, uno de los maestros más exigentes de América? Pero los estudios preferían que fingiera no saber ni leer.
EINSTEIN: (inclinándose hacia adelante, interesado) Hábleme de eso. De la actuación como arte intelectual. Siempre pensé que requería una forma de inteligencia que yo no poseía.
MARILYN: La actuación, Albert, es física aplicada. Cada gesto, cada expresión, cada silencio es un cálculo. Debes comprender las fuerzas invisibles entre las personas – tensión, atracción, repulsión – y manipularlas para crear una realidad convincente.
EINSTEIN: (ojos brillando) ¡Fascinante! Es como… como la mecánica cuántica aplicada a las emociones humanas. Pequeños cambios que producen grandes efectos.
MARILYN: Exactamente. Y ahora que estamos en 2025, ¿sabe qué me parece más triste? Que las mujeres sigan luchando contra los mismos estereotipos. Aún hoy, una mujer hermosa debe demostrar que también es inteligente, mientras que un hombre inteligente nunca debe demostrar que también puede ser atractivo.
EINSTEIN: (reflexionando) Es cierto. Aunque debo decir que, viendo lo que ha pasado con la ciencia en este siglo XXI, las mujeres han comenzado a ocupar su lugar. Marie Curie ya no está sola.
MARILYN: Pero míreme a mí, Albert. Incluso después de la muerte, sigo siendo principalmente un símbolo sexual. ¿Cuántos saben que mi CI era superior al suyo? ¿Cuántos conocen que era amiga de Carl Sandburg, que discutía filosofía con Arthur Miller?
EINSTEIN: (sorprendido genuinamente) ¿Superior al mío? No lo sabía…
MARILYN: (riendo) ¡Mire su cara! El gran Einstein sorprendido de que una “rubia” pueda ser más inteligente que él. Eso, querido Albert, es exactamente a lo que me refiero.
EINSTEIN: (riendo también, con humildad) Tiene razón. Incluso yo, que he cuestionado las leyes del universo, sigo siendo prisionero de los prejuicios más básicos. ¿Sabe qué? Me alegro de estar equivocado.
MARILYN: ¿Y sabe qué he aprendido viendo el mundo desde 2025? Que usted y yo teníamos más en común de lo que jamás imaginaríamos.
EINSTEIN: ¿En qué sentido?
MARILYN: Ambos fuimos iconos antes que personas. Ambos sufrimos por la distancia entre quienes éramos realmente y lo que el mundo esperaba de nosotros. Usted huyó de la fama, yo me perdí en ella, pero el dolor era el mismo.
EINSTEIN: (con voz más suave) Es cierto. La relatividad me hizo famoso, pero también me aisló. Cada vez que entraba a una habitación, la gente ya no veía a Albert, veían al “genio”. ¿Cómo se las arregló usted con esa… deshumanización?
MARILYN: No muy bien, honestamente. Por eso las pastillas, por eso la depresión. Cuando eres un símbolo, pierdes el derecho a ser humana. Cada error se magnifica, cada momento de debilidad se convierte en escándalo.
EINSTEIN: (tomando su mano impulsivamente) Lo siento, Norma Jeane. Puedo llamarla por su nombre real, ¿verdad?
MARILYN: (sorprendida por el gesto, con los ojos húmedos) Hace décadas que nadie me llama así… Gracias, Albert. Significa más de lo que imagina.
EINSTEIN: ¿Sabe qué me gustaría preguntarle? Si pudiéramos regresar, sabiendo lo que sabemos ahora, ¿haría las cosas diferente?
MARILYN: (pensando) Habría sido más valiente siendo yo misma. Habría rechazado más papeles, habría insistido en hacer los dramas que realmente quería. ¿Y usted?
EINSTEIN: Habría hablado más sobre política, sobre justicia social. Me preocupé tanto por la física que quizás descuidé usar mi plataforma para causas más urgentes. Aunque… sí hablé contra el racismo, contra las armas nucleares.
MARILYN: (sonriendo) Mire eso. El “científico loco” era un activista social, y la “rubia tonta” era una intelectual. Si no fuera tan trágico, sería cómico cómo el mundo nos malinterpretó.
EINSTEIN: ¿Sabe qué he estado pensando mientras hablamos? Que quizás la inteligencia más alta no es la que mide los test de CI, sino la que permite sobrevivir siendo auténtico en un mundo que prefiere las caricaturas.
MARILYN: Por esa definición, Albert, creo que ambos fallamos un poco. Pero también creo que hicimos lo mejor que pudimos con las herramientas que teníamos.
EINSTEIN: (levantando su taza) Entonces brindemos, Norma Jeane. Por las mentes complejas en un mundo que prefiere las etiquetas simples.
MARILYN: (chocando su taza) Y por la posibilidad de que, en algún lugar fuera del tiempo, dos almas incomprendidas puedan finalmente ser vistas por lo que realmente son.
Un momento de silencio
Los dos íconos se quedan en silencio, mirando el mar nocturno a través de los ventanales. En la mesa de al lado, Nietzsche y Lou también han pausado su conversación, como si la profundidad emocional del diálogo vecino hubiera creado un momento de reflexión colectiva en el salón.
El maestro del té se acerca discretamente a rellenar las tazas. Esta noche, en El Mirador de las Eternidades, las apariencias han caído como máscaras innecesarias, y lo que queda es la verdad desnuda de dos espíritus brillantes que, en vida, nunca tuvieron la oportunidad de conocerse realmente.
Epílogo
EINSTEIN: (después de un largo silencio) ¿Sabe una cosa, Norma Jeane? Creo que esta conversación ha sido más reveladora que muchos de mis experimentos mentales.
MARILYN: (sonriendo genuinamente por primera vez en décadas) Y para mí, más auténtica que cualquier escena que haya actuado jamás.
Cuentos Literarios A R
• “Una colección de cuentos con realismo mágico, poesía y conciencia”
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