—La Séptima Dimensión
Por: Arthur Rojas
Para quienes alguna vez cruzaron la pantalla sin moverse de su asiento.
El cine estaba a punto de ser demolido.
Las paredes, que durante décadas habían absorbido risas, suspiros y gritos, ahora temblaban bajo el peso de las máquinas que esperaban afuera. Las butacas estaban cubiertas de polvo. El telón, rasgado. Y en el cuarto de proyección, Luca encendía la cámara por última vez.
Había trabajado allí desde los diecisiete. Al principio, solo barría el suelo y recogía los vasos de cartón. Pero cada noche, cuando todos se iban, subía las escaleras crujientes hasta el cuarto más alto, donde una cámara antigua —enorme, pesada, casi viva— lo esperaba.
No era una cámara cualquiera. No proyectaba películas. Las abría. Las desdoblaba. Las convertía en portales. Y Luca, noche tras noche, cruzaba la pantalla y vivía lo que nunca se atrevía a vivir en su propia vida.
Al principio, fue un juego.
Una comedia romántica en blanco y negro.
Una historia de amor en la Toscana.
Un beso bajo la lluvia.
Pero luego vinieron otras películas.
Más oscuras.
Más intensas.
I. El Instinto
Una noche, sin saber cómo, Luca apareció en un callejón.
Tenía un arma en la mano.
Un hombre frente a él temblaba.
Y sin pensarlo, disparó.
El cuerpo cayó.
La lluvia lo cubrió.
Y Luca… sintió.
No culpa. No horror.
Sino poder.
Vida.
Desde entonces, la cámara lo arrojó a historias cada vez más violentas.
Fue ladrón.
Sicario.
Traidor.
Amante cruel.
Dictador.
Y en cada una, vivía todo como real: el dolor, el placer, la sangre, el éxtasis.
Pero al salir…
No había heridas.
Solo emociones que antes no conocía.
II. El Vacío
Fuera del cine, Luca era invisible.
No tenía amigos.
No tenía familia.
No tenía historia.
Solo una habitación alquilada.
Un cuaderno lleno de frases sueltas.
Y un espejo que evitaba mirar.
Cada noche, cruzaba la pantalla.
No para actuar.
Sino para sentir.
Amó a mujeres que no existían.
Mató a hombres que no recordaba.
Traicionó a amigos que nunca tuvo.
Y cada vez que salía, algo dentro de él se deshacía un poco más.
III. El Colapso
Una noche, despertó en una celda acolchada.
No había cámara.
No había cine.
Solo un cuaderno en blanco y una voz que le decía:
—Has estado soñando con vidas que no son tuyas.
Gritó.
Se golpeó contra las paredes.
Recordó cada asesinato, cada traición, cada cuerpo que dejó atrás.
Y lloró. No por lo que hizo.
Sino porque ya no sabía quién era.
Escribió una carta.
No a nadie en particular.
Solo una frase:
“Si alguna vez me encuentras, no me despiertes.”
IV. El Botón
Esa noche, mientras el eco de los martillos retumbaba en la calle, Luca descubrió un botón que nunca había tocado. No tenía nombre. Solo un símbolo: ∞
Lo pulsó.
La pantalla se encendió.
Y por primera vez, no fue arrastrado.
Fue invitado.
Frente a él, flotaban tres títulos. No eran nombres. Eran destinos.
🌸 Bajo la Lluvia de Abril
La calle era de piedra mojada. París, años cincuenta.
Luca caminaba con un ramo de flores marchitas.
Entró a un café donde una mujer lo esperaba. No sabía su nombre, pero sus ojos lo reconocían.
—Llegaste tarde —dijo ella.
—Siempre llego tarde —respondió él.
Hablaron como si se hubieran amado en otra vida.
Ella le contó que estaba casada. Que tenía hijos.
Pero que cada noche, cuando soñaba, lo veía a él.
No intentó besarla. Solo le tomó la mano.
—¿Y si esta fuera nuestra única escena? —preguntó ella.
—Entonces que dure lo que dure una película —dijo él.
La lluvia siguió cayendo.
Y la música sonaba como si el corazón recordara algo que nunca vivió.
🔪 El Hombre que Desapareció
Luca despertó en una celda acolchada.
No había cámara. No había cine.
Solo un cuaderno en blanco y una voz que le decía:
—Has estado soñando con vidas que no son tuyas.
Gritó. Se golpeó contra las paredes.
Recordó cada asesinato, cada traición, cada cuerpo que dejó atrás.
Y lloró. No por lo que hizo.
Sino porque ya no sabía quién era.
La escena final era él, sentado en una sala de cine vacía, viendo una película donde él mismo moría.
Y sonreía.
🌌 El Hombre que Nunca Fue
Luca caminaba por un pasillo blanco.
A cada lado, puertas.
En cada una, una versión de sí mismo:
Un anciano en una biblioteca.
Un niño en una bicicleta.
Un asesino.
Un padre.
Un amante.
Un mártir.
Todas las puertas estaban abiertas.
Todas lo llamaban.
Pero él no entró en ninguna.
Se sentó en el suelo.
Y cerró los ojos.
—No soy ninguno de ellos —susurró.
—O tal vez… soy todos.
Desde arriba, las puertas formaban un círculo.
En el centro, Luca.
Y en su pecho, una luz que latía.
🕯️ Epílogo: El Cuarto Botón
La pantalla se fundió a blanco.
Y en letras suaves, apareció:
“Elige tú.
Porque al final, todos somos Luca.
Y todos tenemos un botón que no sabemos si debemos presionar.”
La última página estaba en blanco.
Solo una palabra al centro:
Tú.
— F I N
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